House of Cards: el entramado político de la gran potencia mundial

House of Cards

Es cierto que las producciones de Netflix siempre han dado de qué hablar. En algunos casos, porque causan descontento y, en otros, porque se convierten en grandes éxitos. Este último es el caso de House of Cards, estrenada en 2013 como una adaptación de la miniserie homónima realizada antes por la BBC. La serie ha sido la primera serie de televisión web en ser nominada a premios tan importantes como los Emmy y los Golden Globes. Robin Wright, la protagonista femenina, recibió el galardón a Mejor Actriz en 2014, mientras que Kevin Spacey recibió el equivalente masculino en 2015.

Para quienes aprecian el género político con tintes de thriller, esta serie es perfecta. En un ambiente tan lleno de conflictos e intereses discordantes, como la Casa Blanca, es natural encontrar situaciones tensas y desarrollos inesperados. Frank Underwood, el congresista interpretado por Spacey, esperaba pasar de ser el líder de la mayoría a ser el Secretario de Estado cuando su partido ganó las elecciones presidenciales. Lamentablemente, su sed de poder no se ve satisfecha y él, ambicioso y decidido, empieza a planificar su ascenso al poder con la ayuda de su esposa, Claire Underwood, interpretada por Robin Wright.

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A lo largo de las temporadas el espectador es testigo de todas las jugadas, la estrategia y movimientos de hilos de ambos para alcanzar el poder. Si al principio solo los intereses de Frank estaban claros para la audiencia, con la que el personaje interactúa cuando nadie lo ve, también Claire va revelando sus intenciones. En el primer episodio es presentada como la presidenta de una ONG que busca facilitar el acceso al agua limpia a los desfavorecidos, pero no pasa demasiado tiempo antes de que quede claro que es tan o más despiadada que su esposo. Más que una pareja de esposos, parecieran una pareja de cómplices de un crimen, unidos más por su gran ambición e influencia que por algún tipo de afecto.

La serie gira en torno a un aspecto ácido del poder: la corrupción y su profunda penetración en las esferas más altas, donde están los responsables del destino de las naciones. El tono cínico y los numerosos guiños a la política estadounidense contemporánea hacen que la serie haya sido bien recibida por la crítica. Las primeras temporadas fueron incluso consideradas adictivas, pero a medida que avanzaba la serie, los espectadores esperaban mejoras. Mejoras que nunca llegaron, aunque el nivel de la serie se mantuvo siempre alto.

– ¡Aviso! Spoiler –

La serie dio un giro completo con la salida de Kevin Spacey, debido a un escándalo de acoso sexual ocurrido en 1986 entre él y un niño de catorce años con quien compartía créditos en una serie, pero eso no implicó un desenlace menos interesante para la última temporada. Los ejecutivos de Netflix gradualmente sentenciaron a la serie a su fin. Primero, decidiendo que la temporada a estrenar sería la última. Luego, despidiendo a Spacey, y finalmente incluso matando al personaje y retirando todo el material que ya había sido filmado para garantizar que la última temporada excluyese por completo a quien había sido su figura principal.

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